Vivía más de noche que de día. Volvía a casa con el camión de la basura y toreaba coches en el Paseo de la Castellana. 
Ava Gardner  se bebió Madrid durante los 15 años que vivió en ella atraída por su  romance con Luis Miguel Dominguín. La huella que dejó en España entre  1952 y 1967 ya la han seguido autores como el novelista y crítico  teatral 
Marcos Ordóñez en Beberse la vida, o el cronista estadounidense Lee Server en su biografía 
Ava Gardner, una diosa con pies de barro. El último en hacerlo es Isaki Lacuesta, que desnuda a 
la condesa descalza en el documental
 La noche que no acaba, estrenado recientemente.
                				                                                       					   					
 						 			 		
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- Nacimiento: 
 
- 24-12-1922
 
- Lugar:
 
- Smithfield
 
  
         Cuando los bares cerraban a las tres, la actriz seguía la juerga en una venta
 Se solía decir que "no hay hombre en Madrid que no se haya acostado  con Ava Gardner ni bar en el que no se haya emborrachado Hemingway".  Paco Miranda detesta esta afirmación. "Ella elegía a quien se llevaba a  la cama porque podía, pero desde luego no era a cualquiera". Íntimo  amigo del 
animal más bello del mundo  y compañero de juergas, Miranda presume de ser el único hombre en  compartir cama con ella y no haberla tocado. Fue pianista durante tres  lustros del 
Oliver  (Calle Almirante, 12), del que eran propietarios entonces Adolfo  Marsillach y el periodista Jorge Fiestas, y uno de los lugares que  frecuentaba 
la condesa descalza. "Adolfo quería que el local lo  compráramos nosotros. Ava tenía que poner 100.000 pesetas, yo otro  tanto, y el diplomático Miguel Gordomil y Arturo de Córdoba, el  bailarín, otras 100.000. Pero a Ava, que era muy lista, no le  convenció". Al final, se lo quedó Antonio Gades. En 2002, el local  volvió a ser rebautizado como Café Oliver por sus nuevos propietarios:  Frédéric Fétiveau y Karim Chauvin. Se trata de un restaurante  especializado en cocina mediterránea que por las noches se transforma en  un local de copas.
Paco Miranda solía acompañar a la diva en sus rutas festivas por Madrid. Le es difícil enumerar todos los locales. "
Zambra  (calle Victoria, 10) le encantaba", para el que el tiempo parece no  haber pasado. Pero uno de los sitios favoritos de la Gardner era la  terraza del restaurante 
Riscal (Calle Marqués de Riscal, 11),  actualmente cerrado. Nada más subirse al ascensor, ya se quitaba los  zapatos y pasaba la velada descalza. Como toda estrella internacional o  no que pisaba Madrid, Ava también acudía al 
Chicote  (Gran Vía, 12). "aunque era el lugar que menos le gustaba, porque había  mucha gente y tenía que estar constantemente firmando autógrafos",  cuenta Miranda. En las instantáneas que recuerdan la época álgida de  Chicote aparece Gardner charlando con Hemingway o con su amiga Lana  Turner. Hoy es el Museo Chicote, que todavía sigue siendo punto habitual  de las estrellas de cine que pasan por Madrid, como Hugh Grant o  Catherine Zeta-Jones.
La casa de Paco Miranda es como un templo  dedicado a los dioses de la edad dorada de Hollywood. Las estrellas de  cine le firmaban fotografías que cuelgan de cada pared. Gregory Peck,  Sofía Loren o Liza Minelli. Pero la protagonista es, casi siempre, su  amiga Ava Gardner. Más de 50 fotos dedicadas, cartas enmarcadas que ella  le escribió cuando se trasladó a vivir a Londres, regalos. "Se iba a  Chelsea y me compraba cristal porque decía que daba suerte". Y ahí está  la prueba. Un auténtico muestrario de cristal en forma de botellas de  licor, mandadas a grabar por Ava Gardner con dedicatorias a su amigo.  "Para mi querido amigo Paco", "For my capricorn friend Paco" o un simple  "Dear Pesado". "Es que las siestas sin sexo unen mucho", se justifica,  guasón, mientras sirve té frío.
Paco Román también fue un  espectador de lujo de las fiestas de la Gardner, pero desde el otro lado  de la barra. A principios de los 50 trabajó de camarero en el bar del  hotel 
Castellana Hilton (actual 
Intercontinental,  Paseo de la Castellana, 49). Ava Gardner se alojaba allí. Esa fue la  primera vez que la vio. "El trato hacia ella siempre tenía que ser de 
Señora.  Me mandaba recados que me pagaba con buenas propinas: 2000 pesetas de  entonces". Una vez le pidió que le comprara cuatro velas. Las colocó en  el salón, mandó apagar las luces y mientras los músicos cantaban, ella  apareció con una bata verde. "Se tiró al suelo y se quitó la bata.  Fueron dos minutos, pero, ¡qué dos minutos!". Cuando terminó la fiesta,  Ava Gardner se despidió de todos excepto de uno de los 
cantaores: "No, tú te quedas aquí". A ver quién le decía que no.
Los  otros huéspedes del hotel echaban humo, así que la diva alternaba las  fiestas en la suite con juergas en locales de moda, con especial  preferencia por los tablaos flamencos. El 
Corral de la Morería (Calle Morería, 17), 
Torres Bermejas (Calle Mesonero Romanos, 11), 
Los Gabrieles (Calle Echegaray, 17), actualmente cerrado, o 
Villa Rosa  (Plaza de Santa Ana, 15), propiedad de Lola Flores y El Pescaílla, y  que después de pasar a ser discoteca, ha vuelto a convertirse en tablao.  Pero del que era clienta asidua era de 
El Duende (actual Los  Gitanillos, calle Claudio Coello, 48), que ahora es un restaurante. Con  Antonio El Bailarín, el pianista Paco Miranda o Enrique Herreros, el  dibujante, entre otros, se sentaba junto a Pastora Imperio, una de las  dueñas del local, a ver cuadros flamencos. Paco Román también fue  camarero del tablao. "Miraba el baile con muchísimo interés. Le gustaba  sentarse y charlar con los artistas, y algunas veces se los llevaba al  hotel para que le cantaran".
A quienes no podía soportar era a los  periodistas. "Una vez dio con un vaso a un fotógrafo y le hirió en la  cara, y a otro le tiró al suelo la máquina y pidió que llamáramos a la  policía". Los periodistas continuaron yendo en busca de instantáneas  reveladoras sobre la "ligera vida nocturna" de la diva, pero sabían que  tenían que estar lejos. "Últimamente ya iba sola al local". De ahí  pasaba, a veces, a la 
Cervecería Alemana (Plaza de Santa  Ana, 6), un bar muy taurino al que también acabó yendo sola durante los  últimos años de su estancia en Madrid. Continúa intacto.
Paco Román coincidió con ella en otro sitio: en 
Manolo Manzanilla,  una venta en la carretera de Barajas a la que acudían los famosos para  continuar la fiesta a partir de las tres de la madrugada, cuando  cerraban todos los locales de la ciudad. Allí iba con Dominguín. La  policía cerraba el local cada dos por tres, hasta que finalmente dejó de  existir. "Bebía mucho, y lo que le pusieran: aguardiente, coñac,  whisky, café, ginebra, bourbon...". Lo mismo dice Enrique Herreros, hijo  del dibujante con el que compartía fiestas. Él trabajaba para la United  Artists en España, y ella quiso ver el pase especial de la primera  película de Stanley Kramer, 
No serás un extraño  (1955), al lado de la Puerta del Sol. "Vino con su hermana. Se sentó a  mi lado durante el visionado, con dos perros babosos asquerosos". Al  terminar quiso beber, y Enrique la llevó al bar más cercano: 
La Mallorquina  (Calle Mayor, 2) "Se pidió un whisky con cerveza y a mi me pidió otro.  Al segundo ya no sabía ni dónde estaba, pero ella tan fresca".
Ava  Gardner vivía sin tregua. Hasta que se mudó a Londres, lejos de la vida  de continuas fiestas que había elegido para sí misma. Paco Miranda lo  recuerda: "Unos años antes de morir me dijo desde Londres que tenía un  amor. Bajito, cariñoso.... Yo le decía: 'Ten cuidado, que te sacará el  dinero'. En la siguiente carta me mandó una foto. Era un perro".