Te busco en el final de esta larga carretera de tierra que me separa del mundo.
Contemplo el horizonte esperando que tu imagen se dibuje a lo lejos, que tus botas levanten el polvo del camino y que tu sonrisa, que siempre logra despertar la mía, se vaya definiendo a cada paso que te acerca más a mí.
Que decidas venir de nuevo a rescatarme, aunque no sea una princesa, para alejarme del marrón de mis días, de esta casa enorme y silenciosa, de estas horas que me arrastran lenta y dolorosamente hacia la desesperanza.
Que tu dulce voz repita lo de aquella cálida noche: "...Ven conmigo".
Esas dos palabras a las que no tuve el valor de aferrarme y que, ahora sí, serían el inicio de la más dulce historia de amor.
Podríamos huir a cualquier lugar donde acabar aquel beso interrumpido, aquel abrazo fugaz, aquella suave y húmeda caricia que me hizo entender la vida...
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